martes, 22 de septiembre de 2009

Una Boda Especialmente Gozosa

Posted: 21 Sep 2009 07:13 PM PDT


Por Ron Rolheiser
Traducción Carmelo Astiz, cmf

La novia, joven, estaba maravillosamente radiante y sana, pero era una superviviente de cáncer. Hace cinco años utilicé esta misma columna para narrar un poco su historia. Permitidme que repita aquí algo de aquel relato, poniendo un poco al día la cronología:

Durante veinticinco años impartí un curso de verano en la universidad de Seattle. Uno de los gestos rituales que repetí durante esos veranos fue pasar la fiesta del 4 de julio con algunos amigos de mi familia en la isla de Bainbridge, a un corto trayecto en ferry desde Seattle. Esta familia tiene sus propios rituales y uno de ellos es ver el desfile del 4 de julio desde el césped frontal de una de las casas de sus amigos.

Hace diez años, cuando estaba yo sentado en aquel césped, esperando el desfile, me presentaron a la hija menor de la familia, Katie Chamberlin-Malloy. Estaba ella estudiando el último año de enseñanza media y era miembro del equipo vencedor de baloncesto de su escuela, pero también sufría de cáncer y del tratamiento debilitante de quimioterapia utilizado para combatirlo. Allí estaba ella, justamente con 18 años y con menos de cuarenta kilos de peso, envuelta en una manta en un día caluroso de verano, silenciosa y melancólica, mientras sus amigos, sanotes y robustos, bebían cerveza y celebraban la vida. Las cosas no parecían ir bien, entonces. El pronóstico médico a largo plazo era dudoso, a lo más; y su cuerpo y su espíritu no lo desmentían, aunque amigos y familiares sí lo contradecían. Por todos los lados estaba rodeada de atención, afecto y preocupación. Estaba muy enferma, pero era muy querida.

Aquel día la conocí, y en los meses y años siguientes llegué a conocerla mucho más. Su familia y muchas otras personas oraron fuerte por ella, avasallando el cielo buscando una curación. Esas oraciones, junto con el tratamiento médico, finalmente fueron efectivas. Ella se aferró a la vida contra toda esperanza (frente a fuerzas hostiles mayores), fue mejorando lentamente, y, después de muchos meses, emergió sana, íntegra de nuevo, de vuelta a la normalidad, aunque, cuando has mirado a la muerte fijamente a la cara, “lo normal” ya no es nunca lo mismo del todo.

Cuando volvió finalmente a empezar su vida (recogiendo las piezas de su vida anterior), se dio cuenta de que, mientras las cosas eran lo mismo de nuevo, eran también muy diferentes. Tras tal experiencia límite frente a la muerte, la vida ordinaria ya no es algo que tomas por sentado y a la ligera; hay una alegría más profunda en todas las cosas ordinarias y un nuevo horizonte, sabiduría, madurez e intención, que antes no existían. Dios escribe recto con líneas torcidas y a veces el cáncer, tan terrible como es, da más de lo que recibe.

La recuperada salud de la joven Katie fue más que física. Fue también algo del alma, un bronceado moral, una profundidad, una honda sabiduría. Cuando le preguntaron en una entrevista pública si, dada una posible elección, cambiaría la anterior enfermedad con el fin de tener la vida que hubiera podido tener sin ella, replicó. “No, no la cambiaría. Por medio de ella aprendí lo que es el amor”. El amor que experimentó cuando estuvo enferma le enseñó que hay peores tragedias en la vida que adquirir cáncer.

John Powell escribió una vez un extraordinario librito titulado “Amor Incondicional”, la historia de Tommy, un antiguo estudiante suyo que murió de cáncer a los veinticuatro años. Un poco antes de su muerte, Tommy visitó a Powell y le dio las gracias por una bella idea que había captado una vez en una de sus clases. Powell había dicho a la clase: “Solamente hay dos tragedias posibles en la vida, y morir joven no es una de ellas. Es una tragedia morir y no haber amado, y es también una tragedia morir y no haber expresado tu amor a los que te rodean”.

Los doctores que investigan sobre el cerebro humano nos dicen que empleamos solamente alrededor de un 10% de nuestra capacidad radical cerebral. La mayoría de nuestras células cerebrales nunca se activan, sea porque no las necesitamos (existen para la sabiduría más que para la utilidad) o sea porque no sabemos cómo acceder a ellas. Los mismos doctores nos aseguran también que, paradójicamente, dos cosas nos ayudan a tener acceso a esas células especiales: la experiencia del amor y la experiencia de la tragedia. Profundo amor y profundo dolor, juntos, hacen profunda un alma, de tal forma que ninguna otra cosa puede hacerla. Eso explica por qué Santa Teresa de Lisieux fue doctora del alma a sus veinticuatro años. Eso explica también la sabiduría con la que nuestra joven Katie vive ahora el resto de su vida, con la que reta suavemente a sus amigos y con la que irradia luz al mundo.

Hace diez años, un tumor cerebral robó a una muchacha su juventud y sus sueños. Sentía ella dolor, decepción, depresión, algo de amargura, escasa esperanza. Parecía que todos tenían más suerte que ella. Eso fue entonces.

Hoy, una joven radiante, una maestra bien dotada (especializada en “Necesidades-Especiales”), Katie Chamberlin-Malloy, está de luna de miel, feliz, sabia, planificando su vida, después de aprender en edad tan joven lo que la mayoría de nosotros aprenderemos sólo al morir, es decir: que se ve mucho mejor la vida ordinaria con un horizonte mayor como fondo, que la vida es más profunda y está más colmada de alegría cuando no se la toma a la ligera, que el amor es más importante aún que la salud y que la vida misma, - y que todos los cuentos de hadas acaban en boda.

lunes, 21 de septiembre de 2009

¡FELICES LOS LIMPIOS DE CORAZÓN!


- Hija, hemos decidido tu padre y yo que te cases con Umugabo Karoli.
- Pero ¡mamá! ¿A estas alturas queréis imponerme la persona con la que convivir toda mi vida?
Pasó el tiempo y seguían insistiendo.
Y Mukakabera no estaba conforme.
Llegó un día en que avisaron a una comunidad distanciada en kilómetros de que iría una chica a pasar un tiempo.
Un cura amigo le echó una mano y Mukakabera pudo respirar después de un tiempo porque pasaron antes muchos meses de angustia hasta que la familia aceptó su decisión. ¡Tenía 27 años!
Una liberación, signo o gesto del Reino de Dios:
¡Dichosos los que no se imponen por la fuerza!
¡Felices los limpios de corazón porque ellos ven el paso de Dios en sus vidas!

sábado, 19 de septiembre de 2009

PERMANECE LO QUE TIENE VALOR DE RESURRECCIÓN


Conocimos a Consuelo. Vivía en un cuarto de una casa desahuciada y vieja pero que tenía una especie de claustro – patio en madera muy antigua y como iba a ser restaurada vivieron bastante tiempo allí.

En los inviernos pasaba una humedad espantosa. Se le metía por los huesos y ella -que tenía el corazón y los pulmones enfermos- aguantó el tirón y un invierno más renqueando. También estaba prácticamente ciega. ¡No tenía más de 60 años pero daba la sensación de que rondaba los 80! Después de muchos tiras y aflojas, llegó el día que tuvieron que dejar la casa pues ya corría serio peligro. Llegaron a un acuerdo y pasó a un bajo de una casa más nueva. ¡Y todos los que la rodeaban estaban felices de ver cómo había mejorado!

Su salud se sequía deteriorando pero no sé cómo sacó fuerzas de debilidad para acoger a un hijo alcohólico. Un día sí y otro no había tensiones y problemas en esa casa. La madre sufría en silencio. Y una vecina que nunca se destacaba exteriormente por hacer nada especial cuidó como una madre a Consuelo y a su hijo. Digo exteriormente porque ella siempre estaba atenta a percibir lo que los otros necesitaban de ella. Esta es de las personas mayores de los pueblos que estaba siempre dispuesta a servir, dando un ungüento en una herida o haciendo un caldito o una comida al que lo necesitaba. Y así hacía con Consuelo cada vez que se le agrietaban las heridas.

Un día hospitalizaron al hijo con una cirrosis terminal. No tenía más de 40 años. Con su cabeza perdida se escapó del hospital prácticamente desnudo. Pues Isabel fue la única que se atrevió a cogerle y “arreglarle”. ¡Había vivido cerca de 40 años con un marido enfermo psíquicamente! Y había aprendido toda la ternura del mundo para con los que la rodeaban.

Este es el testimonio -como el de muchos y muchas que no hacen ruido pero que construyen el mundo.

Lo que es verdadero permanece y tiene valor de Resurrección, de VIDA ETERNA, ¿no lo crees?

Para mí no son sueños estas experiencias pues fortalecen nuestra esperanza, son SIGNOS Y GESTOS DE UN MUNDO NUEVO, UNA CIUDAD NUEVA DONDE NO HABRÁ MUERTE NI DOLOR. Cfr. Apoc. 21

domingo, 13 de septiembre de 2009

MUCHO HABÍA AMADO

Todos los domingos, Mercedes, una vecina anciana y casi ciega, lloviera, tronara o hiciera sol iba a ver a su hijo al Psiquiátrico. Unos días le llevaba una cajetilla o cartón de tabaco; otro unos pañuelos; otro, caramelos… Como era muy pobre iba andando varios kilómetros.

Su amiga se encontraba con ella con frecuencia. Vivía en una chabola – casi cueva, en medio de la humedad, sin agua corriente, con una sola bombilla de 25 watios… Pasaba los días sentada en su braserillo con un rescoldillo para calentarse en los días tan fríos y duros del invierno de una ciudad de clima continental…

Un día quiso que su amiga fuera a comer con ella. Como no veía no sabía bien las cosas estaban limpias o no. Pero con un gran amor compartió lo que tenía y lo más importante: lo que era. Su gran amor y delicadeza.

Por fin vieron que podía salir de ese rincón húmedo. Encontró otra casita con menos escalones pero casi con la misma humedad. ¡Cómo gozaba! Poco le duró ese gozo porque su salud se fue deteriorando… y fue al Encuentro con su Amado en la Luz y el Amor que no tienen fin.

A su amiga le dejó en herencia una olla exprés, su televisión pequeñita y su nicho a perpetuidad.

El día del entierro no había más familia que vecinos de su barrio y su amiga. Les sorprendió ver que ese mismo día y media hora más temprano enterraron a su hermano pues los nichos estaban uno encima de otro.

Parece ser que María había sido madre soltera y su familia en mucho mejor situación económica se había desentendido… pero ¡las cosas de Dios! Los dos hermanos murieron el mismo día y seguro que en el último momento se debieron dar un abrazo de reconciliación y perdón mutuos y Dios nuestro Padre y Madre sonreiría y abrazaría con toda el alma a la que “mucho había amado”: “¡Entra en el gozo de tu Señor!”.

No son sueños. Son realidades, grandes o pequeñas, según los ojos con que las mires. Nuestro mundo está lleno de gestos que pasan desapercibidos pero para el que los contempla con Amor son TESTIMONIOS DE FE, DE ENTREGA Y DE MUCHO AMOR.

DE ELLO DOY FE.

domingo, 6 de septiembre de 2009

FELICES LOS POBRES, FELICES SI OS PERSIGUEN POR MI CAUSA



El que más manda es el que más sirve

Y seguía soñando y creyendo que otro mundo era posible… ¡Y que era una realidad que se iba construyendo poquito a poco!

Un día Elena llamó al teléfono de Lourdes:

-Mira, mañana empezamos a reunirnos y nos concentramos delante del Gobierno Civil.

(Fueron los tiempos de las movidas del 0,7). No eran muchos. Pero Elena, Carlos, Marisa, Juan, Pepe, Carmen, Manolo… estaban cada semana ahí en el sitio prefijado llamando la atención a la ciudadanía y diciendo que este mundo no puede seguir funcionando así: Unos cada vez más, otros cada vez menos… Unos de los países enriquecidos, Primer mundo o como queramos llamar, consumiendo y poniendo por centro de sus vidas al dios dinero. Otros , los de los países empobrecidos, del Tercer o Cuarto mundo, de África, América Latina o de cualquier barrio-cinturón de miseria de ciudades ricas, buscando cómo sobrevivir o muriendo literalmente de hambre. (Y soy testigo de ello).

Al cabo de los años, algunas de esas mismas buenas gentes, jóvenes y adultos y otras más siguen moviéndose, comprometiéndose y trabajando desde los grupos de “Consumo cuidado”, Comercio justo, Consumo responsable, y las plataformas de “Pobreza Cero”, Otro mundo es posible, Voces anti-globalización…

Y Elena recordó, al cabo del tiempo, lo de un tal Jesús de Nazaret que pasó haciendo el bien y diciendo a sus seguidores: FELICES LOS POBRES. FELICES SI OS PERSIGUEN POR MI CAUSA PORQUE VUESTRO ES EL REINO. Un reino donde el que más manda es el que más sirve… ¡Qué diferente a lo que se ve por ahí!

No son sueños. De ello doy fe.

mlred