sábado, 10 de abril de 2010

MANOS RESUCITADORAS... ¡GRACIAS, SEÑOR!


Se nos han ido junto a Jesús en esta semana de Pascua nuestra hermana y/o amiga María. Quedó viuda hace unos 15 años. Todo lo que ha vivido ha sido un auténtico servicio a los de alrededor que la necesitasen. No sabía leer pero su sabiduría la tenía en las manos. ¡Eran firmes, suaves, dulces, relajantes! Con su marido enfermo de casi toda la vida ejercicio ese ministerio o servicio con toda la delicadeza y el amor que llevaba dentro.

HOY recuerdo muchos días pasados juntas, hablábamos con el corazón, de tú a tú, de amiga a amiga, de hermana a hermana. El último tiempo casi no se podía mover del sofá... No tenía hijos y con sumo cariñó su sobrino la arropaba, acompañaba, la mimaba... ya contemplará la vida desde otra dimensión.

Gracias por tu vida, María, y por haber tenido la suerte de conocerte y de querernos. Con la toda la Iglesia cantamos: HOY EL SEÑOR RESUCITÓ Y EL SUFRIMIENTO ILUMINÓ! ¡¡ALELUYA!!

SÓLO SÉ FELIZ



Espero que sea sugerente este texto...  Escrito el

"viernes 2 de mayo 2008

-Es tarde pequeña… debo irme…

-Te echaré de menos. Te quiero.

-Algún día, volveré.

-Estaré aquí esperándote, toda la vida, si hace falta.

-No… Rehace tu vida, encuentra otro hombre, quiérelo, y sé feliz, y yo lo seré. Olvídate de mi, si es preciso. Sólo sé feliz.

-Volverás. Y yo estaré aquí.

-Te quiero, nena. Adiós.

Habían pasado ya 10 años, desde entonces. Me atrevía a recordarlo de vez en cuando, aunque eso me hiriera por dentro. Había perdido cualquier esperanza adolescente que años atrás me habían ayudado a ser la misma de siempre y a mostrar una sonrisa. Pero a medida que los años se sumaban estaba cada vez más cansada, e iba perdiendo la fe en que volvería. Se fue cuando tenía solo 15 años. Era solo una pequeña adulta, y él era ya un hombre, y aún así, lo necesitaba a mi lado. Me dejo sola, aún teniendo muchos colegas, algunos amigos y buena familia, me sentía sola sin él. Desde ese momento me prometí no volver a enamorarme, ni sentir otra vez ese tremendo cosquilleo cada vez que él estaba cerca, aunque en el fondo sabía, que nunca dejaría de estar enamorada de él, y que si algún día volvía, la cual cosa dudaba, las mariposas me atacarían de nuevo, quitándome el sueño y el hambre. A lo largo del tiempo la sonrisa se fue marchitando, la ternura quedó oculta bajo una coraza de hielo, y mi corazón se descompuso en pedacitos, los cuales no me veía capaz de juntar otra vez. Me convertí en solo una sombra, que fingía ser quien no era, fingía no sentir dolo ni alegría, fingía no sentir nada. Pero por dentro moría cada día un poco más… Y entonces, a punto de hacer una estupidez, me cambió la vida.

Iba de vuelta a casa, recién salía del trabajo. Ya anochecía, el sol se escondía detrás de las montañas, dejando detrás de si un rastro de luz roja que iba apagándose y difuminándose cuanto más lejos estaba del sol. Los aviones dibujaban en el cielo crucigramas que jamás serían rellenados. Y el móvil empezó a sonar. El número se mostraba en desconocido, y no lo cogí. Al cabo de un par de tocadas más se calló. Esperé unos minutos pendiente del móvil, para comprobar que no sonaba de nuevo. Contradiciendo mis esperanzas, el móvil sonó de nuevo, mostrando de nuevo el maldito número oculto. Más por curiosidad que por cabreo, cogí el teléfono.

-¿Diga?

-¡Hola, pequeña!

-¿Quién…eres?

-No te lo diré. Tendrás que venir esta media noche, al único lugar dónde después de tantos años no acudirías.

-No sé a qué te refieres…

-Si lo sabes, y si más no, te darás cuenta en pocos minutos.

-Me pides mucho para ser un desconocido.

-Merecerá la pena.

-Promételo.

-Prometido.

Y empezó a comunicar. Pi, pi, pi… Empecé a comerme la cabeza con quién podía y quién no podía ser. Su voz me resultaba tremendamente familiar, pero se limitaba a un recuerdo lejano. Comencé a pensar… Al único lugar que, después de muchos años, no había acudido era la Catedral Gótica de Barcelona… desde aquella vez. La cual ahora prefería olvidar. Iría. En lo más hondo de mi corazón volvía a relucir la luz de la esperanza de que fuera él, aunque tenía asumido, que era un sueño prácticamente imposible.

Faltaban 20 minutos para las 00:00. Estaba muy nerviosa, y no entendía el por qué. , me repetía para mi misma.

Aparqué el coche en la calle del lado de la famosa Catedral. Me temblaban las manos y se me olvidaba respirar constantemente. Fui andando hasta la esquina que, siguiéndola, me conduciría a la Catedral, y me paré. Respiré hondo y me convencí a mi misma para seguir.

Seguí andando, conforme me iba acercando a la Catedralme temblaban más las piernas. La oscuridad tenía presa la calle, las farolas estaban apagadas, malditos apagones… Solo los pocos relámpagos que caían de la tormenta que había empezado recién había bajado del coche iluminaban la calle. En uno de esos destellos de luz vislumbré una silueta en la entrada de la Catedral. Si hubiera podido abrir la boca y soltar cualquier sonido, hubiera dicho que su figura alta y esbelta me resultaba muy familiar. Pero no fui capaz. Estaba ocupada convenciéndome de que no era él, para no llevarme un golpe que dolería demasiado luego.

Seguí avanzando… y llegué a aquella silueta. Se giró hacia mí, aunque no pude ver el movimiento, lo intuí. Y luego ya estaba volando. Me cogió con sus manazas grandes y suaves, aunque fuertes, me atrajo hacia sí y me besó. Estuvimos abrazados un cuarto de hora que se me supo a poco.

-Te he echado de menos nena…

-Y yo. Creía que no volverías… creía que… te habías olvidado de mi…

-Jamás podría. Y te prometí que volvería.

-Te amo.

-Y yo.

Nos fundimos en un beso. Y para entonces, mi corazón ya no latía."

PUBLICADO POR ELMARNOLLORA EN 22:09

http://elmarnollora.blogspot.com/

jueves, 8 de abril de 2010

¿DÓNDE BUSCAR AL QUE VIVE? J.A. Pagola




La fe en Jesús, resucitado por el Padre, no brotó de manera natural y espontánea en el corazón de los discípulos. Antes de encontrarse con él, lleno de vida, los evangelistas hablan de su desorientación, su búsqueda en torno al sepulcro, sus interrogantes e incertidumbres.
María de Magdala es el mejor prototipo de lo que acontece probablemente en todos. Según el relato de Juan, busca al crucificado en medio de tinieblas, «cuando aún estaba oscuro». Como es natural, lo busca «en el sepulcro». Todavía no sabe que la muerte ha sido vencida. Por eso, el vacío del sepulcro la deja desconcertada. Sin Jesús, se siente perdida.



La fe en Cristo resucitado no nace tampoco hoy en nosotros de forma espontánea, sólo porque lo hemos escuchado desde niños a catequistas y predicadores. Para abrirnos a la fe en la resurrección de Jesús, hemos de hacer nuestro propio recorrido. Es decisivo no olvidar a Jesús, amarlo con pasión y buscarlo con todas nuestras fuerzas, pero no en el mundo de los muertos. Al que vive hay que buscarlo donde hay vida.
Si queremos encontrarnos con Cristo resucitado, lleno de vida y de fuerza creadora, lo hemos de buscar, no en una religión muerta, reducida al cumplimiento y la observancia externa de leyes y normas, sino allí donde se vive según el Espíritu de Jesús, acogido con fe, con amor y con responsabilidad por sus seguidores.

Lo hemos de buscar, no entre cristianos divididos y enfrentados en luchas estériles, vacías de amor a Jesús y de pasión por el Evangelio, sino allí donde vamos construyendo comunidades que ponen a Cristo en su centro porque, saben que «donde están reunidos dos o tres en su nombre, allí está Él».

Al que vive no lo encontraremos en una fe estancada y rutinaria, gastada por toda clase de tópicos y fórmulas vacías de experiencia, sino buscando una calidad nueva en nuestra relación con él y en nuestra identificación con su proyecto. Un Jesús apagado e inerte, que no enamora ni seduce, que no toca los corazones ni contagia su libertad, es un "Jesús muerto". No es el Cristo vivo, resucitado por el Padre. No es el que vive y hace vivir.
Los otros evangelistas recogen otra tradición que describe la búsqueda de todo el grupo de mujeres. No pueden olvidar al Maestro que las ha acogido como discípulas: su amor las lleva hasta el sepulcro. No encuentran allí a Jesús, pero escuchan el mensaje que les indica hacia dónde han de orientar su búsqueda: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado».

sábado, 3 de abril de 2010

¿DÓNDE BUSCAMOS A JESÚS?


¡HA RESUCITADOOO!!!
¿VIVE EN NOSOTROS?


TENEMOS EXPERIENCIAS DE PASCUA... DE PASAR DE...
DE LA AUSENCIA Y LA AÑORANZA DE LOS AMIGOS
QUE YA GOZAN JUNTO A JESÚS
A LA PAZ Y LA ALEGRÍA DE SU VIDA ENTREGADA. Este año ha sido la experiencia más fuerte...
También en mí han ocurrido otras pequeñas resurrecciones. ...


A estas horas de la madrugada, después de celebrar la Vigilia Pascual, no he querido dejar de enviarte mi abrazo pascual lleno de gozo, de amor y de paz.