lunes, 23 de agosto de 2010

SE FUE EN BUSCA DE LA FELICIDAD - A MODO DE CUENTO

Un día, una mujer decidió dejar su estado de bienestar, cogió la mochila, ligera de equipaje y se fue a un lejano país. Lo que tenía lo repartió entre sus amigos y vecinos y se fue en busca de la Felicidad.

Llamó a las puertas de una especie de Monasterio. Saludó con una sonrisa y pidió el pan de cada día. Sólo el pan de ese día. Pues comprendía que a cada día le basta su preocupación y sabía que Dios su Padre, tenía un corazón como el de una Madre y le cuidaba, no sólo a él sino a toda la Humanidad. Y ese Dios le decía que no andara preocupada por su vida pues el nos cuidaba más que a los pajarillos. Que buscara más bien el Reino de Dios y su justicia. 

Pues en esa especie de Monasterio le abrieron las puertas pero no el corazón.Cumplieron solamente lo justo. Solamente se dijo para sus adentros: Aquí no está Dios.

Siguió su camino... Llegó a un gran edificio. Quizás era un hotel o la mansión de un muchimillonario o un banco. Le dijeron que era un ministerio del gobierno. Volvió a pedir su pan para ese día. Sólo para ese día. Una sonrisita irónica  atravesó el rostro del que le abrió y le dijeron:

-¡Eres extranjera. ¡Vete a tu país que aquí ya somos bastantes! Y comprendió que tampoco aquí estaba la Felicidad.  Y siguió su camino preguntándose hacia donde dirigirse...

Una niña le salió esta vez al paso y le dijo contenta:

-¿Quieres venir a mi casa? Tenemos la costumbre de salir a la calle e invitar a algún transeúnte. Amamos a los caminantes. (Antes lo fuimos nosotros)... Ante su sorpresa, los padres y los pequeños salieron a la puerta a acogerlo. Le dieron su barreño con agua y sal para lavarse los pies cansados y polvorientos y le ofrecieron una palangana para enjugar sus manos. Los pequeños, con inmensa delicadeza le ofrecieron un paño tejido por su madre para secarse. Como la ropa venía usada y mal oliente, una de sus hijas, adolescente, con inmenso pudor y ternura le cogió la sucia para lavársela. Al atardecer, se sentaron en torno a la hoguera a acoger a la huésped y forastera y  y compartir sus vivencias mientras tanto. ¡Se sentían a gusto!  El calor del fuego les iluminaba las caras. ¡Era una escena entrañable! 

Los vecinos, desde fuera, oían sus risas y sus cantos y se preguntaban ¿Qué ocurrirá  HOY? ¿Será como todos los días? 

Y se morían de ganas de estar allí. A pesar de que sabían que allí cada día sólo se comían frijoles o una pequeña tortita de maíz con el Caminante de turno.

Ocurrió algo inaudito: Al partir el pan y bendecirlo todos sintieron por sus venas algo diferente: su corazón estaba caldeado por el AMOR y su inteligencia llena de una Luz grande.
Y recordaron eso de que "El Pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande" que se proclamaba en la liturgia de Adviento. 

Se despidieron con mucha alegría por haberse encontrado justo ese Día. Y la Caminante siguió su camino, para ser fiel a sí mismo y a su búsqueda pero sintiendo en su corazón que ¡aquí estaba la Felicidad! ¡Aquí sí estaba Dios!

M.Luisa Rosado

Espero que te haya caldeado el corazón y recordado experiencias bíblicas y del Evangelio.  



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