Hoy Carmen se acercó a la puerta de Mercedes. Hacía tiempo que se había quedado viuda pero todavía llevaba su pena.
Llamó al timbre y se encontró con ella tumbada en el sofá y, en la mesa camilla, una manzanilla.
-¡Mira, desde que me operaron no levanto cabeza! He ido a urgencias… -le decía Mercedes.
Y le compartió el peso de su soledad. Les daba la sensación de que los problemas y las enfermedades se hicieron más pequeños. Charlaron. Se rieron un rato. Pasaron varias horas como si fueran cinco minutos.
Y al irse ALGO había pasado entre ellas. Carmen había ido también con el corazón cargado por la pena. Pero no se había encerrado en ella y había ido al encuentro de su vecina. Y algo así como una centella de LUZ y de paz surgió de forma agradecida:
-¡Qué bien hemos estado! ¡Se nos ha pasado la tarde volando!
El reino de Dios llega sin dejarse sentir. Está entre nosotros.
A decir verdad no está tan mal como decimos nuestro mundo. Hay mucha vida sencilla y entregada en mi barrio. ¡Y en nuestra tierra! No son sueños. Y de ello doy fe.
Llamó al timbre y se encontró con ella tumbada en el sofá y, en la mesa camilla, una manzanilla.
-¡Mira, desde que me operaron no levanto cabeza! He ido a urgencias… -le decía Mercedes.
Y le compartió el peso de su soledad. Les daba la sensación de que los problemas y las enfermedades se hicieron más pequeños. Charlaron. Se rieron un rato. Pasaron varias horas como si fueran cinco minutos.
Y al irse ALGO había pasado entre ellas. Carmen había ido también con el corazón cargado por la pena. Pero no se había encerrado en ella y había ido al encuentro de su vecina. Y algo así como una centella de LUZ y de paz surgió de forma agradecida:
-¡Qué bien hemos estado! ¡Se nos ha pasado la tarde volando!
El reino de Dios llega sin dejarse sentir. Está entre nosotros.
A decir verdad no está tan mal como decimos nuestro mundo. Hay mucha vida sencilla y entregada en mi barrio. ¡Y en nuestra tierra! No son sueños. Y de ello doy fe.
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