Hace años conocí a un hombre bueno y gracioso. Dicen que en sus años jóvenes era más serio. Ya me ha pasado con más personas mayores que han tenido responsabilidades y en la vejez han sido dulces y bondadosas.
Sé que para muchos ha sido como un padre. Conmigo también.
Siempre servicial. Siempre alegre. Siempre queriendo ayudar. Siempre aportando una palabra sensata, equilibrada, inteligente.
Muy de Dios. Muy de los hermanos.
Cuando llegué a Granada la gente hablaba de él. Decían. ¡Es un santo!
Yo lo conocía poco y no me llamó demasíado la atención. Con el paso de los años he descubierto su fuerte vida de fe y su entrega a los demás.
Con más de 90 años se iba a las Alpujarras con su mochililla a cuestas a celebrar la Semana Santa con una comundad cristiana. Ahora tiene 97.
Por donde va le quiere la gente y le muestra su afecto.
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