ENRIQUE ROSADO RODRÍGUEZ nació en Sta Cruz de Tenerife accidentalmente, según nos dijo él mismo, el 11 de octubre de 1914 y nos dejó para irse con Dios el 17 de marzo de 1979.
Papá era un hombre bueno y noble hasta decir. ¡Basta!
Fue un hombre de fe, un hombre cristiano, un hombre de Iglesia, un hombre que amaba al hombre herido con delicadeza y discreción.
Fue terciario franciscano y miembro de la Acción Católica. Cuando murió tuvimos en Cádiz un funeral - Acción de Gracias al Padre por su vida y nos sorprendió e interpeló el testimonio que sus amigos y compañeros de juventud nos dejaron. Pasó unos días en la cárcel en la guerra a pesar de ser extranjero. Mi abuelo nació en Cuba y mis tíos y padre tenían la nacionalidad cubana hasta poco antes de ejercer su profesión que VIVIÓ COMO VERADERA VOCACIÓN. Por esta razón era incomprensible su detención pero él sufrió esta experiencia con sus compañeros de Acción Católica junto al Padre Ternero.
Participó ya en Málaga en las Conferencias de San Vicente y en la Adoración Nocturna, turno 21 de San Agustín, ya que fue antiguo alumno de los agustinos.
Detalles miles: para mí lo más bonito fue después de morir la sorpresa de mi madre y todos nosotros cuando Carmelitas Descalzas, Hermanitas de la Cruz, y no sé cuántas comunidades más, llamaron para decir que celebraban una Eucaristía por él por tanto cuanto les había ayudado. Operó sin salir del mismo convento a distintas hermanas. Vio en la consulta a todo el que lo necesitaba.
Mi padre no se enriqueció con su profesión siendo el primer oculista Jefe de Clínica de la Seguridad Social y teniendo su consulta particular. Nunca tuvimos casa propia. Siempre compartió con los que más necesitaban con la mayor sencillez.
Recuerdo muchas veces llamarme a llevar un detalle, un regalo, un muñeco, a algún niño que había operado y que él no quería figurar dándolo. Los sábados, domingos y fiestas iba a visitar a sus enfermos. SIEMPRE QUISO HACER EL BIEN PASANDO DESAPERCIBIDO.
Era de una rectitud de conciencia enorme. Contrastaba sus puntos de vista con amigos buscando siempre lo que era más cercano al evangelio.
Otro aspecto que a mi me marcó con alegría fue nuestra participación siempre en familia con todos los hermanos en la Eucaristía. Su amor a ella y a la Iglesia acrecentó mi seguimiento del Señor.
Su compromiso con la Iglesia en la Parroquia me llevó a irme comprometiendo con el Evangelio de una forma muy sencilla y a amar a la Iglesia profundamente. En esa etapa don JOSÉ MARÍA ORTEGA MUÑOZ, nuestro párroco de San Juan, nos ayudó mucho.
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