jueves, 27 de agosto de 2009

MALOS OLORES



Este capítulo de Mateo resulta «chocante» para no pocos cristianos. No están muy habituados a ver a un Jesús «enfadado» y enfrentado tan directamente y con frases tan agresivas y directas con un cierto grupo de personas «religiosas» (fariseos y escribas). La verdad es que, desde un punto de vista religioso, eran intachables: cumplidores a la letra de las leyes vigentes. Pero ellos se habían encargado de subrayar lo que era importante en esa ley, quedándose, eso sí, «con la letra», y en muchísimos casos con aspectos secundarios A CAMBIO de olvidar aspectos esenciales. Esto es: preferían todas las leyes «religiosas» que a lo largo del tiempo se habían ido introduciendo en la religión judía (y que tenían, claro, su sentido), pero otras cosas que les resultaban incómodas, las habían dejado en segundo plano (la justicia, la defensa del débil, el reparto de los bienes, la ley del Jubileo y el Año Sabático...). Lo leíamos en el Evangelio de ayer. Hoy Jesús se refiere a la incoherencia entre el exterior y el interior. A las apariencias. De esto sabe mucho nuestra sociedad actual, tan preocupada de que estemos «guapos» y tan despreocupada de que nuestros cimientos, valores y mundo interior sean sólidos y valiosos. El espejo se lleva muchas horas de contemplación (que se lo pregunten a cualquier adolescente o joven, cuando está naciendo su «yo», pero no sólo a ellos), pero qué poco tiempo dedicamos a contemplar en silencio la vida, lo que somos, lo que debiéramos llegar a ser... Pero también en la Iglesia esto es bastante mejorable. Uno se sorprende cuando escucha a ciertos eclesiásticos recién nombrados su «sorpresa por el «inesperado nombramiento» que acaba de recibir... cuando llevaba tiempo buscándolo y deseándolo. O cuando algunos personajes religiosos (incluso algún fundador) eran superintransigentes en asuntos morales con sus gentes, mientras tenían una manga ancha enorme para sí mismos. Luego pasa Jesús hablar de los profetas, y les reprocha que parecen «guardianes de cementerios». Los profetas siempre han resultado muy incómodos, y no es nada sencillo discernir quién es un profeta y quién un «cantamañanas». Por una parte Israel los ha valorado siempre... a la vez que procura no hacerles caso y quitarles de en medio. Y esto, con mucha frecuencia, «en el nombre de Dios». El propio Jesús será uno de estos casos. En nuestra Iglesia esta historia se ha repetido. Personajes carismáticos, teólogos que resultaron molestos, sospechosos, críticos con la Institución... terminaron en los altares o siendo maestros de referencia para los siglos posteriores (recuerdo por ejemplo a Francisco de Asís, Teresa de Jesús, Tomás de Aquino, pero también hay numerosos casos en nuestra propia época). Es tarea importante y delicada de nuestros Obispos velar porque la fe se transmita correctamente, cuidar el depósito de la fe. Y hay que agradecer que esta figura esté presente en nuestra Iglesia Católica (su ausencia en otras Iglesias cristianas ha sido a menudo fuente de confusión). Pero también tienen que poner mucho cuidado para no confundir su propia teología, sus ideas e ideologías, sus intereses personales... con la ortodoxia y el bien de la Iglesia. No deben olvidar nunca que fue, precisamente la autoridad religiosa la que, en el nombre de Dios y para velar por la ortodoxia, condenó a muerte al Hijo de Dios. No deben confundir nunca la ortodoxia con la uniformidad. Y esto es muy difícil. De hecho no faltan quienes ven peligros por todas partes y tratan al pueblo de Dios como inmaduro, incapaz; quienes andan siempre con las prohibiciones, las condenas, los avisos, los silenciamiento, frenando las búsquedas de nuevos caminos, de nuevas interpretaciones... mientras siguen empeñados en mirar hacia atrás, tratando de resucitar lo que ya está muerto, pasado o trasnochado. Parece como si les gustara el «olor a muerto». El peligro de cualquier institución (también de nuestra Iglesia) es intentar perpetuarse a sí misma, mantener sus privilegios y logros, evitando adaptarse a las nuevas circunstancias y escuchar a la cultura y a las gentes a las que intenta, sinceramente, atender. Ya digo: esto no es nada sencillo, y el Evangelio de hoy es una invitación a ver qué hacemos con los profetas, teólogos y santos de hoy. A estar atentos no sólo a nuestra historia, sino también a los signos de los tiempos. Oremos, pues, para que el Espíritu nos ayude a no vivir en clave de «cementerios», a no «eliminar» o silenciar a los profetas de hoy. Y, de la mano de Sta Teresa de Jesús Jornet, patrona de la Ancianidad, oremos por nuestros mayores y agradezcamos la presencia en nuestra Iglesia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Felicidades para ellas en la fiesta de su Fundadora.
Enrique Martínez cmf

lunes, 24 de agosto de 2009

A MEDIDA DEL QUE CREO TODO CON TANTO AMOR

fotografía: mlred


-¡Luis, Luis, ven corriendo que ha muerto Isabel y yo tengo que acudir a casa de Mary que también es urgente. Ven y acompaña a su hijo que está sólo y es muy mayor!

Luis no conocía a Isabel ni a su hijo. Pero apreciaba mucho al Hno. Manolo y se fió de su palabra.

Se puso en camino rápidamente y cuando llegó a la casa había llegado ya otra vecina a socorrer al hijo. Entre los dos amortajaron a la madre de cerca de 100 años y acompañaron al hijo en esos momentos de dolor. Luis nunca había hecho semejantes menesteres pero
siempre recordará con inmenso agradecimiento la confianza que el Hno. Manolo había depositado en él.

Y Juan, el hijo, siempre que veía al Hno. Manolo le sonreía agradecido.

La vida, la muerte, la salud o la enfermedad son la trama de nuestra vida. Cuando hay confianza, en situaciones así, surge la humildad: Siervos inútiles somos. ¡Hemos hecho lo que teníamos que hacer! Y brilla la LUZ entre nosotros. Y se nos va colando por nuestros barrios, por nuestras casas, por nuestros corazones.

No son sueños. De ello doy fe. Van siendo realidades muy sencillas. Van siendo BUENAS NOTICIAS para nosotros y nuestro mundo se va haciendo más a la medida del que proyectó todo con tanto Amor.

mlred

martes, 18 de agosto de 2009

HACE FALTA ESTAR DESPIERTOS



Hay que ver con el corazón… Lo esencial es invisible a los ojos… repetía el Principito.

Hace falta estar despiertos, ver con el corazón para descubrir paso a paso la Presencia de Alguien que es mayor que nuestra conciencia y que es capaz de dar la vida gratis por Amor.

Eso le pasaba a Lucía. Un día le decía a Carlos:

-Mira, en el barrio vive Isidoro en un cuartucho, sin agua, solo, enfermo.

Otro día:

-Hoy ha venido Yamal a pedirnos que le ayudemos. Ha venido de Senegal. No conoce a nadie. Y no sabe por donde moverse ni qué hacer para encontrar trabajo. Intenta decirnos que le miran de reojo y pasan de él… Habla mal el castellano. Voy a ver si le pongo en contacto con esa asociación que trabaja con los emigrantes. Y, por lo menos, le ayudan a aprender a hablar mejor y a arreglar sus papeles.

En otra ocasión:

-Tenemos que hacer algo. A Antonio y a Trini se les cae el tejado, tienen un montón de humedad y cuatro niños chicos.


Carlos se maravillaba de ver cómo esta mujer, jubilada y operada de cáncer, seguía amando a su barrio y entregándose con alma, vida y corazón. Porque siempre había situaciones a las que prestar atención, cariño y a las que dar una respuesta cercana y amiga.


No son sueños. ¡Son pequeñas realidades o grandes! Según se mire.

Las gentes que son atrapadas por esa LUZ tienen una fuerza para amar que nada ni nadie las puede parar.
mlred


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QUIERO pediros disculpas por este tiempo de silencio. Se me estropeó el PC y, después he estado haciendo unos días de retiro y oración.
Vuelvo, si Dios quiere y nada me lo impide a seguir publicando con regularidad testimonios de que otro mundo es posible si cada uno de nosotros escuchamos nuestro corazón y , con el Evangelio en mano, ponemos en marcha todo nuestro ser y somos BUENA NOTICIA allí donde nos ha llamado el Señor Jesús.